Pareciera que toda nuestra vida transcurriera dependiendo de las condiciones materiales externas. Como occidentales crecidos y educados en nuestra visión moderna del mundo damos por sentado que nuestra realidad es el mundo material objetivo, el descrito y estudiado por Newton y la ciencia. Un cosmos inerte, compuesto de materia y fenómenos materiales con existencia independiente de nosotros, y dentro del cual suponemos habitar. Es un mundo al que debemos controlar, someter, descifrar sus leyes mecánicas, para así construir tecnología y producir. La ciencia económica nos ha impregnado de un relato cultural de progreso, somos un homus económicus, cuya felicidad descansa sobre la base de consumir, tener objetos materiales, satisfacer necesidades y conseguir logros sociales. El éxito personal, ganar y triunfar son la consigna y la zanahoria prometida de la felicidad, detrás de la cual corremos desde que de niños nos dicen que debemos ser alguien importante. Y en el tratar de “ser alguien” y “alguien importante” nos olvidamos de ser y del ser.
Tantas cosas para compartir y reflexionar sin duda en estos agitados momentos. Se que todos estamos en eso. Sólo me surge decir que sin duda lo que estamos viviendo es por un lado una expresión del inevitable malestar que generan condiciones de vida escandalosamente desiguales, un estilo de vida individualista y muy alienado de esferas más profundas del ser, y por otra parte, la manifestación de un despertar de la consciencia que estamos viviendo – con todas las contradicciones y convulsiones que lleva consigo – en el planeta en estos momentos. Hasta donde yo he podido escucharlos, leerlos y estar con ellos, todos los maestros espirituales genuinos que conozco plantean la inevitabilidad de cambios muy radicales en el mundo para trascender paradigmas individuales y colectivos (entre ellos modelo económico y político) si queremos sobrevivir como raza humana.
Las enseñanzas de los místicos señalan que el sufrimiento psicológico es producto de un estado de confusión, debido a que nuestra consciencia está interferida por pensamientos compulsivos. Nuestra mente juzga, condena, compara, anticipa, fantasea, etc… generando un sin fin de preocupaciones, temores y deseos. Y a la vez nos da una falso sentido de identidad: el ego. Desde la mirada de los maestros espirituales, superar el sufrimiento y la confusión requiere un proceso de clarificación de la consciencia, que permita la des-identificación del pensamiento automático y los conflictos emocionales derivados, despertándonos a nuestra verdadera esencia: el Ser.
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